sábado, 23 de mayo de 2009

denominaciones femeninas y profesionales

El acceso de la mujer a profesiones, oficios o cargos durante mucho tiempo reservados a los hombres está produciendo un incremento progresivo de aceptación de la moción genérica; sin embargo, este proceso está resultando lento, confuso y difícil, tan lento y trabajoso como la propia incorporación de las mujeres a los espacios profesionales. Demasiado a menudo se mezcla con argumentos difusos o falaces: algunos nos advierten de que jueza suena mal, o de que la arquitecto y la médico se revisten de prestigio social o profesional añadido, frente a la arquitecta y la médica.
Se complica este proceso, sin duda en marcha y definitivamente imparable, a causa del fenómeno coincidente por las circunstancias de ambigüedad que plantea el hecho de que la denominación femenina (médica, concejala, jueza...) pueda referirse, todavía hoy (¿y hasta cuándo?), tanto a la profesional que ejerce directamente por sí misma, de pleno derecho, como a la mujer que mantiene relación con el hombre, no siempre exclusivamente su esposa: además de los siempre citados regenta, médica, jueza, Salvador Fernández Ramírez (1987, 60) recogió jurisconsulta en Bretón de los Herreros y un curioso canóniga en Pío Baroja (Los recursos de la astucia), como 'mujer a la que visita el canónigo con frecuencia'.
Acaso sea hora ya de aceptar la necesidad de preferir en nuestra sociedad, unánimemente, los femeninos de las profesiones ampliamente ejercidas por las mujeres actuales y futuras, incluso la magistrada, la concejala, la ministra, la presidenta, la senadora, la diputada y la jueza, que tanta oposición encuentran aún. No acabo de entender la afirmación rotunda de García-Posada:
Es ridículo que el folleto de marras [Recomendaciones para el uso no sexista de la lengua] nos disuada de decir "el senador Teresa" o "el diputado Elena", proponiéndonos "la senadora" o "la diputada" como alternativa, porque esta alternativa no existe.
Tal alternativa sí existe, y se ejerce ya de manera habitual, con escasos titubeos. Constantemente encontramos hoy en la prensa escrita y oral ejemplos abundantes: ministra, viceministra (para designar a las secretarias de Estado), directora general, magistrada, embajadora, candidata, alcaldesa, diputada, presidenta, primera ministra, secretaria de estado, gobernadora civil, etc.
Perita es, desde luego, un caso especial, por la coincidencia con el diminutivo de la fruta. El diccionario académico en su última edición recoge ya perito y perita como adjetivo de dos terminaciones, con la advertencia "Ú. t. c. s." En una segunda acepción, como sustantivo, recoge el m. y el f.: "persona que en alguna materia tiene título de tal, conferido por el Estado". Y en tercera acepción, dice también correctamente "persona que" y no como era usual en ediciones anteriores, indebidamente, "El que..."
Jueza ofrece todavía ciertas dificultades. Tenemos en español algunas palabras femeninas terminadas en -z, como nuez; aunque muchos hablantes ignoran que existe en nuestra lengua la forma también femenina menos divulgada nueza, de etimología discutida, 'planta herbácea vivaz, de la familia de las cucurbitáceas', según el diccionario académico. Pienso yo que podemos elegir entre la juez y la jueza, aunque son muchos aún los que rechazan la segunda forma, incluso algún LIBRO DE ESTILO. Valentín García Yebra en ABC, viernes 20 de agosto de 1993, p. 46, en un erudito artículo «Sobre títulos femeninos», bajo el epígrafe TRIBUNA ABIERTA, aludía —utilizo el pretérito verbal conscientemente, pues han pasado ya dos años y medio, mucho tiempo para estos asuntos— ampliamente a ambas posibilidades y acababa así:
No hay, pues, ningún motivo para añadir a "juez" la "a" feminizante. Sin ella, puede ser vocablo femenino. Y tal adición innecesaria rebaja y vulgariza una palabra tan noble.
Como en otros casos ya comentados, no puedo entender la reflexión final: ¿Por qué se rebaja y vulgariza la palabra al añadirle la "a" feminizante? ¿Qué tipo de razonamiento intelectual o gramatical encierra tal afirmación? ¿No se tratará, una vez más, de una inconsciente obsesión de tradición androcentrista?
Necesario es reconocer que en la prensa actual muchos prefieren el uso de la juez; pero parece posible la jueza, reforzado por el plural las juezas, mejor que las jueces, ahora que son muchas las mujeres que ejercen esta profesión. Emilio Alarcos (1990, 3) consideraba ya en 1990 normales la catedrática, la médica y la jueza, femeninos refrendados por la propia Academia. Álvaro García Meseguer (1994, 78) advierte que en la promoción número 41, la del año 1991, salieron 221 jueces, de los que el 51,1 % eran mujeres, exactamente 113; y que precisamente los trece jueces destinados a la Comunidad de Madrid —entre ellos su propia hija— fueron mujeres.
Lázaro Carreter, en reciente entrevista firmada por Joaquín Vidal y publicada en EL PAÍS, el viernes 9 de febrero de 1996, considera que la palabra jueza es gramaticalmente incorrecta —previamente el entrevistador le había aplicado los adjetivos «horrenda e innecesaria»— y añade: «La verdad es que se introdujo [en el diccionario académico] antes de que yo fuera director y no tengo la menor idea de quién la trajo. ¿Arquitecto-arquitecta, abogado-abogada? Bien. Pero jueza es realmente espantoso y estamos intentando llegar a un acuerdo para eliminarla del diccionario».
A Martínez de Sousa (1996, 292b-293a) le extraña la renuencia en la utilización de la forma jueza, y afirma: «Servirá de poco que incluso políticamente se pida de la Academia mayor atención al género femenino si, después de que implante las formas correspondientes, estas quedan sin uso».

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